lunes, 28 de abril de 2014

TENER CAFÉ PARA INVITARTE A UN POCO DE TIEMPO

Si pudiera lo haría, puedes tenerlo claro,
si tuviera un poco, unas raciones, 
una nevera llena de tiempo,
te lo dedicaría a ti, sin dudarlo.
Sacaríamos un poco de café del malo, si hace falta,
y gozaríamos del tiempo a segundos largos.

La vida nos hace mortales desde la linea de salida,
una carrera con minutado de sentencia en cada vuelta, 
para que lo tengas en cuenta en la siguiente,
siempre se puede mejorar a cada curva.
Si te das cuenta el tiempo es la metáfora vital
es poder contar lo más valioso que se nos da al nacer,
contar los momentos vitales que nos quedan por delante.

Seguiríamos, entonces, con el café aguado,
mientras dices, siempre tan educada,
que el café esta delicioso pero que prefieres un té,
yo vuelvo a la nevera y busco si me quedan más minutos
de esos cortados finitos, que no se notan al paladear
pero se disfrutan en el estomago.

Qué sería de nosotros si alguien no hubiese descubierto el tiempo,
no podríamos contarnos a la hora de querernos 
ni a la de odiarnos,
ni podríamos analizar cada segundo que hemos pasado disfrutando
o sufriendo sin parar. 
No podríamos ponerlo todo en la balanza de los años.
Quién nos iba a decir que el tiempo nos perseguiría sin descanso.

Cuando el café y el té se terminaran, intentaríamos seguir charlando,
entre risas, y alguna caricia, querríamos sacar la vida a debate
y, mientras nos miramos, tener el amor suficiente 
para superar lo de separarnos.
Continuar sin mirar un reloj que nos obliga más que los labios.

Si uno echa la vista atrás, después de tantos momentos pasados,
se da cuenta que lo que echa a la memoria es tiempo, 
remolques de tiempo,
que uno va rociando por los recuerdos, para mantenerse cuerdo
para que no se caiga el edificio tan frágil de los recuerdos.

Pero ya sin café ni té en la mesa, mientras nos abrimos de labios
tendríamos que dejarlo, nos quedaríamos sin tiempo en el plato.
Tu tendrás un trabajo genial al que volver, 
yo me conformaré con seguir escribiendo.
Y así nos despediremos, felices, sabiendo de la importancia del gesto,
sabiendo que hay alguien en el mundo
que ha invertido su manjar más valioso en un bonito café contigo. 

Tras pasar tantos años conviviendo con el tiempo
uno va aprendiendo, de este amigo traidor y cruel,
que no es el destino del hombre luchar con él hasta la muerte
sino intentar cada día montarlo, entender como cabalgarlo.
Y así poder ver que no importa el tiempo que se gaste
sino cómo y con quién lo estás gastando.

martes, 8 de abril de 2014

LO JODIDO ES QUE TODO VA GENIAL

Hay un momento en el que lo haces voluntariamente,
te das cuenta que las barreras te las pones queriendo,
que conviertes un no, en un gesto de libertad, de fuerza,
un momento en el que te paras y ves que sonríes sin querer
y ves que, en esta vorágine en la que el mundo te ahoga,
lo jodido es que todo va genial.

Te conviertes en el protector de un instante
rodeado por espinas de futuro y de pasado
te haces el valiente poniéndote frenos
en las gomas de un pijama.
Te da por ser el comandante de un buque pirata
sin naciones amigas, sin lugar para el descanso.

Aprendes a ser aquel maldito trovador que canta a un solo adiós
y te empiezas a deshacer, sin darte cuenta, de la coraza
esa con la que te protegiste de los dolores que ahora desaparecen.
Te forjas un ser con pasado de esos que no se recuerdan,
porque tienes futuro de sobra , piensas, para no vivir el presente.

Encuentras esa palabra perdida de la nostalgia,
esa que la gente se decía cuando no echaba de menos.
Olvidas el arrepentirte por un cálculo básico,
todo lo mal que lo hice, sumado a lo bueno, igual a genial.
Como si ya no variara la formula, como si no hubiese más papel
para dejarte claro que ese igual te puede dejar en cero.

Dejas ese mundo que siempre fue tu hogar incomodo
para posarte en uno de letreros con sentimientos
en el que la poesía ya no sangra más que los pucheros.
Te metes en aquel hogar en el que ya no se habla de los errantes.

Y pones toda la carne en un asador de muebles calientes
donde ya no se pasa frío ni se habla de como se hielan las noches
te duermes en unos laureles que siempre te quieren,
donde pierdes el miedo a decir que hoy se ha acabado,
donde te olvidas que lo genial es lo jodido.

Te extravías parando en la mente del cansado fugitivo
que gana con los poemas, de Neruda, de Salinas.
Te olvidas de que debes protegerte, como solías hacer,
de una cosa llamada finales,
que siempre se olvida en los principios.