lunes, 27 de enero de 2014

LOS DOMINGOS ME SABEN A POEMAS

Mientras me sigas pensando a topetazos
seguiré creyendo que me sobran tus veranos
y hablaré de que los domingos no me cuestan
que para mi los de ahora saben a poemas.

El Sportify me recuerda que anoche
volví a escuchar a Marwan,
que ya ni las noches de fiesta me dejo.
La cama me huele a tabaco del barato
y la resaca de vodka malo
se disipa en el tren de tus pasos.

Pero aun, por enésimo domingo invernal,
sigo sin conseguir que sepas disfrutar.
No hablo de hacerte creer que disfrutas,
me refiero a hacerte disfrutar con las piernas cerradas.

Y aquí morimos por quinto domingo del año.
Sin más compañía que tus olores
y mis ganas de acabar por no creer en los inviernos,
pensando que ya no nos quedan fuerzas ni para matarnos.
Nos hemos colado en la tortura de lo necesario
no sabemos vivir juntos,
pero tampoco hacerlo separados.

Y es que los domingos me saben a poemas,
al poema que sabe a resaca y buena cara,
a hambre todo el día y ojos muertos.
Me saben a cantar goles y mirarte los pechos,
a verte desnuda en otros brazos
que tienen la fuerza del que no trasnocha.

Hay que joderse que a eso me sepan los domingos,
que no se me haga raro no pasarlos contigo,
pero a la vez me provoquen tanto.
Lo mejor (peor) es que acaban,
cuando se juntan con los lunes,
por ser el día perfecto para hacerte,
poesía.

lunes, 20 de enero de 2014

PENSÁBAMOS QUE EL LÍMITE ESTABA EN LA PUERTA

Nos hicimos a la idea del adiós anticipado,
cuando creíamos que había que obligarse a no jodernos
hablábamos de dejar de hablarnos, de olernos, de ponernos,
y es que pensábamos que el límite de todo estaba en la puerta.

Nos hicimos tan poco caso
que ni si quiera nos miramos.
Nos levantamos a cantarnos
los besos en la espalda
y acabamos, como siempre,
cantando las cuarenta.
Preferimos sufrírnos encima del colchón
que querernos debajo de las sabanas.
Nos odiamos por no saber
hacernos felices a los ojos.

Nunca se nos dio bien lo de valorarnos sin sexo,
siempre pensamos en nuestra cima por lo que hacíamos,
nunca por las barreras que nos obligamos a poner.
Seguimos aquella tradición de dormir juntos, no mezclados.

La puerta era nuestro único destino, la única salida.
Por dejar de creer, hasta nos quedamos sin ventanas,
la habitación se convirtió en una cama carnívora
con dos amapolas amarillas y una luciérnaga de noches.

Salimos de allí, no nos conocíamos lo suficiente,
nos obligamos a querer a quien nos quería,
a dejar de desear aquel riesgo de los malos.
Optamos ser felices por querer a alguien,
no querer a alguien porque nos hacía felices.

Acabamos amando el saber y no las ganas de aprender.
Nos fuimos por la puerta, con miedo a ser valientes
salimos de espalda a volvernos a ver.

Cerramos aquella última puerta del riesgo,
firmamos aquella última paz de dos puntos
nunca volveríamos a sufrir y a tener miedo
nunca volveríamos a ser de verdad.

lunes, 13 de enero de 2014

UN PROBLEMA LLAMADO DESEO

Las 5 a.m. y yo sigo sin sueño,
dos noches seguidas, y no duermo,
pensando, sin querer,
que quiero pensar queriendo.
Sabiendo, sin saber,
que contigo tengo un problema llamado deseo.

No es un problema cualquiera,
es una vieja y mortífera hidra
repetida en las cabezas de tu todo
y en las patas de mis restos.
Una hidra que a gritos nos devora.

Y vuelvo a abrir el bloc de notas
y te escribo por cuarta madrugada,
consecutiva.
-eso si, gracias a ti recuperé la poesía-
Te escribo a renglón cortado y letra de médico.
Como cuando lo hacía bien y llenaba la Moleskine

El pijama a rayas de otros besos
no vale para quitarme el frío de dentro.
A falta de ponernos a buscar soluciones
preferimos, idiotas, no sabernos.

Lleno página y tres cuartos
sin fecha incluida, ni nombre en el remite
esto no se envía a tu cuerpo.
Prefiero llevar en secreto, lo que quieren mis dientes.
Prefiero cargar solo con el hambre de joderte.

De escribirte un domingo pase, musa fatal,
a escribirte demasiado, desnudo,
como el ibuprofeno del desazón
escribo para acallar el fuego.

Sabiendo, sin saber, lo que tenemos,
queriendo, sin querer, querer saberlo,
hemos puesto delante el espejo de los gestos,
para acabar por alargar la red de energía
de aquel problema llamado deseo.

viernes, 10 de enero de 2014

YA NO PONEN CANCIONES LENTAS EN LA DISCOTECA

Los días caen del miedo a tener que decir me atrevo
mientras las noches, negras de fuego, se alzan, 
sabiendo que sin ver, todo es más fácil,
dejando a nuestros sentidos aislados en el no puedo
de este mundo encantado de no pensar, tanto,
que ya no ponen canciones lentas en la discoteca.

Aquí se hace todo a grito mudo de sentido,
a sueño pelado de sueños, cargado de pesadillas,
-llamamos pesadillas al pensar(te) sin poder ocultarlo-
Caemos descorchados en la extraña dualidad,
de necesitar la botella para sentirte útil,
pero creerte libre por haber salido volando.

Advertidos por los gemidos que escuchamos desde abajo,
nos tapamos por miedo a querer follarnos,
creyendo que a estas alturas del año, una erección,
puede significar más cosas que en verano.

Y seguimos anclados en los años de los baños
echar el pestillo y, ahí, sentirte seguro de que nada es nada,
hablando, con pared de por medio, de lo que es la puta poesía,
tocándonos pensando que el poema se hace en solitario.

Y las semanas pasan ganándonos los ojos,
teniendo miedo hasta de las minifaldas.
No aceptando que tienes un problema con los años
o, peor aun, que lo tienes con los daños.

Y llegas a la discoteca de los labios abiertos a gritos, 
señal de nunca escucharnos,
y entonces cerramos el telón de la escena
y nos quedamos callados, aceptando
que la imposibilidad es una palabra 
que merece la pena,
que deja más clara la situación.

Porque la improbabilidad es una cuestión de ovarios,
que necesita de ganas para entender,
que con una canción lenta, todos bailamos mejor.

martes, 7 de enero de 2014

SUPONGAMOS QUE ME HE MARCHADO

Piensa por uno de tus instantes,
pero piensa de verdad, no como de costumbre,
que la vida se ha vuelto loca
y me he marchado, con el traje de los viajes largos.

Supongamos que me he marchado,
y te das cuenta porque no he mirado atrás
cuando me calé el sombrero de los daños.
Solo me lo aprieto bien cuando estoy lejos de ti,
contigo los daños me pegan todos en la cara.

Entonces de repente he cogido un avión de Nunca Jamas
y me he ido a la tierra de los corsarios.
El único lugar del mundo donde no llega el whatsapp.
De repente he desaparecido de tu vida y te he dejado.

Imagina que después de tanto, tan poco me ha costado,
que todo el castillo de naipes de tus amores rutinarios
se destruye volando en uno de esos aviones de paso,
de los que venden colonia y son fríos como los años.
Imagina que toda la confianza en la seguridad del sistema
se te ha esfumado de un plumazo.

No seria bonito dejarte tan sola,
pero si necesario, para que nos entendamos,
para que redescubras el poder del llanto,
y de la distancia en el corazón.
Para que veas lo que te espera
y no esperes a lo que veas.

Por un momento, supongamos que vives,
y que te has dado cuenta que me he largado,
que no se ni cuando volveré, ni si me ha costado.
Supongamos que eres de esas que existen de verdad
y no vive en el mundo de aceptar lo que te han dictado.