martes, 22 de octubre de 2013

CUANDO LA POESIA NO FLUYE

Hay días que por mucho que lo intento la poesía no fluye
esos días que casualmente estoy más feliz de lo normal,
no me cruzo contigo, le da al mundo por hacer algo bien.
Tengo dentro ese gusto por todo que me silencia la poesía.

Te parecerá raro, pero el mayor enemigo de la poesía es la felicidad
no esa felicidad instantánea, orgásmica, que despierta el arte,
sino esa felicidad conformista que te apaga el yo artista
ese artificio que te evita el dolor de toda ende.
Esa anestesia gloriosa que me hace sonreír cuando tengo que verte.

Cuando la poesía no fluye es imposible hacerla fluir,
es una energía que solo nace cuando el dolor te quema,
cuando me miras bien adentro, cuando te veo con otro.
Cuando las injusticias de este puto mundo te vacían el corazón
y llega, al rescate del muerto, la nombrada poesía.
Es el llanto del dañado, el rugido del enfadado, el grito del marginado
la lucha del indignado, la reacción a la vida que todos odiamos.

Tan frágil es esta energía que se cultiva en los peores cenagales,
mientras un borracho se toma la copa que todos le prohiben,
mientras el soñador se deja la cabeza en esa loca de minifalda roja
que tiene por pecho la maldad y por labios la cura a sus problemas.
Es tan fuerte que no hay remedio que supere la poesía.
Ni siquiera la muerte.

Es tan bonita la poesía que cuando quieras que fluya, fluirá
solo tendrás que dejarte de felicidades tontas de hacer por no verte
de no mirarte al espejo de creer en eso que llaman vivir el momento.
Cuando la poesía no fluye, lo mejor es hacerte fuerte,
querer ver el mundo como es, comerte la vida por los pies
salir mientras llueve a buscarte, robarte un beso, quererte a boca perro
hacerme daño, hacer que la vida merezca la pena.

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