lunes, 18 de noviembre de 2013

A MI TIERRA

En la inmensa meseta castellana se alza entre montañas,
Entre el esqueleto de sus espadañas, una antigua y noble villa
que dio de su vientre conquistadores, guerrilleros, políticos
y cardenales-regentes.

Una tierra ejemplo de Castilla, parece muerta a lo lejos
pero tiene la vida más bonita entre sus calles.
Campos de trigo y avena que nacen en la planicie
y aguantan como el campesino todo lo que les cae.
Porque de ahí nacen los rudos que impusieron su lengua
de ahí nace la poesía de Machado,
de aquellos campos que parecen muertes, nace la inmortal Castilla.

En lo alto del río que atraviesa de norte a sur Madrid,
en la entrada al frío de la Sierra, maneja Torrelaguna su tierra.
Gobierna, a pesar de que no quiera, los pueblos más pobres
de la Castilla capitalina, los pueblos olvidados por la madre Madrid,
que oye, sin saber donde, el nombre de una villa perdida en el tiempo.
Una villa que como su vecina, no entrego nunca su reino
por pequeño que fuera,
costando, su indómita actitud, la marca y la exclusión de la élite central.
Añorando desde entonces una fama que España le dio y le quitó.

Tierra donde lucharon por la vida los guerrilleros contra el invasor,
donde casi muere el fantasma de El Empecinado,
uno de los inmortales que no pudo matar Napoleón.
De aquella guerra del pueblo nació el nombre de villa
que con el tiempo y el caciquismo se oxidó.

Tierra donde nació un Cardenal - Regente, todo un poderoso señor,
que escribió hasta una biblia y murió por una sardina
después de poder con todos, camino de dejar la corona.
Aquel Cardenal Cisneros que da su marca a la Universidad Complutense,
aquel gigante que no pudo con el tozudo torrelagunense,
dejando el pueblo para siempre, con ese amor-odio
característico del que nace por estos lares,
un lugar que odias, pero al que siempre con orgullo defiendes.

Tierra donde calló muerto Don Juan de Mena, un poeta,
que en una época de grandes se quedó pequeño,
y encontró con la caída de su jamelgo en esta plaza
un buen lugar para descansar hasta la eternidad,
entre las paredes de la insigne iglesia que marca el pasar,
de un pueblo que todavía no sabe como cambiar.
Ni le ayudan los que mandan, ni los que se dejan mandar.

Una tierra de esa Castilla del 98, donde todos quieren ser todo
una aldea con ínfulas de Diosa griega y realidades de podredumbre.
Un lugar donde nacen los valientes que tienen que marchar,
mientras se quedan los parásitos a aprovechar, el jugo del nombre
que aun los necios creen capital sin saber lo que queda
de una ciudad que fue mucho y arrastra sin fuerzas el peso de su pasado.

La villa de las dos mentiras dicen algunos
ni Torre ni Laguna a lo lejos.
Yo me quedo con la tierra de las dos metáforas
la Torre del pueblo que aguanta aunque lo quieran derribar,
la Laguna del saber que atesora este esqueleto de lo que fue.

Una tierra que pocos dirían que tiene más que historia,
una tierra para el que quiera de verdad creer en ella
una tierra dura hasta decir basta, una tierra a la que amar.
Mi tierra.


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