lunes, 16 de diciembre de 2013

POEMA PARA NO SENTIRSE LEJOS

Hay luces azules reflectándose en el cielo,
a millones de años luz, bastante más lejos de lo que pensamos.
Como a una distancia tan lejana 
que nunca recorreríamos en una vida
y aun así nos siguen fascinando, 
seguimos sin quererlas perder de vista, por lejos que estén.

A algunas incluso las amamos y nos dan la vida,
nos sabemos sus nombres, sus relaciones, su poder,
su densidad, su peso, su historia, incluso el pasado de muchas. 
Por muy lejos que estemos de tocarlas, 
no pensaremos nunca que sea imposible hacerlo.

Hay un cielo estrellado con más mentiras que verdades,
en el que pasan las cosas sin que nos demos cuenta
y que solo podemos observar con más detalle, cuando usamos algún artilugio,
-la mayoría de veces ya digital, aunque aun quedan herramientas para románticos-.

Lo que vemos por ahí no es necesariamente la verdad de lo que ocurre
pero tampoco es la mentira, es solo lo que queremos que sea,
lo que nuestro corazón nos dicte, guiado por nuestra mente perversa.
Nosotros decidimos si lo que nos muestra esa preciosa luz queremos creerlo
o incluso, como los egipcios, adorarlo. 

Lo que tenemos más cerca es más fácil de adorar, de querer, de amar,
tenemos la certeza de que cada una de sus siluetas nos muestra la verdad, 
solo porque la podemos tocar, raspar, acariciar o expulsar de nuestra vida.
Solo porque relacionamos la cercanía con el entendimiento, 
no nos gusta entender en la distancia.

Tenemos la extraña sensación de que cuando uno mira desde lejos todo es más difícil
sin darnos cuenta que difícil es el mejor sinónimo de duradero, 
sin darnos cuenta que en la distancia se encuentra el verdadero sentido de lo irreemplazable.
Como si nuestro amigo el sol, fuera más feo que la luna solo por estar más lejos,
o menos útil, o menos necesario, o menos importante, o menos interesante.
Como si lejos fuese una continuación de quererte poco, o de gustarte menos.

Si lo que está lejos pensara lo mismo de ti, habría abandonado hace mucho,
el cielo se habría apagado, y habrías muerto en la eterna soledad.
La soledad que deja la lejanía cuando los dos puntos se dan por vencidos,
la muerte de los lazos que unen más fuerte que las manos.

Yo prefiero seguir mirando al cielo, saber el nombre de mi estrella,
sus secretos, sus siluetas, su pasado, su presente y esperar a su futuro.
Seguir pensando que la distancia es solo algo físico, 
que lo que me cuenta es verdad, aunque no pueda verlo con nitidez.
Porque se que me seguirá iluminando mejor que un satélite cercano.
Porque se como Benedetti, que cuando vuelvas,
voy a quererte sin preguntas,
vas a quererme sin respuestas.

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